Para que dos se condenen basta una mirada.
Para que se reconozcan y se palpen,
para que sepan santo y seña,
para que dialoguen, para que callen,
vociferen en el idioma sin palabras del pecado.
Para que lo compartan con ese lazo indisoluble
e irrenunciable de la culpa gloriosa,
la que proviene del pozo sin fondo del deseo,
que solamente es hambre e instinto
como tus ávidas manos.
Una mirada sola.
No hace falta más para perderse
No hace falta más para perderse
y –¿por qué no reconocerlo de una vez?–
también para salvarse irrevocablemente.
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Texto: Las Violetas son flores del deseo ~ Ana Clavel.
Imagen: Follow me ~ Murad Osmann.
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