miércoles

Sueño sin destino


(algún día habría de admitirlo)

La calle se encuentra llena de luces, adornos, por todas partes se escuchan las notas navideñas. Las personas se ríen, corren con cajas de regalos en los brazos mientras otros recorren las tiendas aprovechando que sus hijos y familiares no pueden verlos.
El café se va enfriando mientras miro por la ventana, esta tarde he comprado mi auto-regalo navideño como cada año; va atardeciendo y con ella la ciudad comienza a tomar el color naranja de las luces que iluminan las fachadas. Starbuks mantiene ese aroma cálido de la navidad con canela mientras en los labios se escapan las palabras tan conocidas. Felices fiestas, feliz navidad y prospero año nuevo. 

Soy la única que queda en el establecimiento, pagar e irme a casa, es momento de una cena.
Tomo rumbo hacia Catedral y cuando llego al establecimiento de tan conocidas gorditas alguien extiende una mano y me pide dinero. Miro, es una niña, pide dinero para poder comer la noche de navidad. Algo en mi se conmueve la cojo de la mano y le digo que me acompañe, retrocedemos calles. Entramos en un establecimiento de comida le digo que pida y ella me mira con ojos de que incredulidad, ordena y nos sentamos en la mesa. Ella come desesperadamente, como si todo se fuese a esfumar si no lo hace y entonces ya no podrá comer nada.

Al finalizar me da las gracias, con una sonrisa que escapa de su cara. Seguimos caminando, no hemos hablado pero ella me sigue, entro a una tienda donde venden jugetes y le pido que escoja. Un peluche blanco, una barbie y una cena es lo que cuesta un feliz regalo.

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