ha sustituido la paleta por el labial rojo
y el beso de sabor algodón azucarado
por el sabor momentáneo de placeres extraños.
Sus ojos cambiaron
la inocencia por unos cuantos obsoletos regalos;
los vestidos se han quedado empolvados,
mientras que con descaro se desnuda frente a un extraño.
el día en que al andar desnuda buscara en los regalos,
los ojos y los besos de los extraños,
la calidez de aquella habitación donde la concibieron.
Solamente encontrará el reflejo de su acabado cuerpo,
la rodearan las sombras del tiempo;
su alma llorará hasta morir y anhelara ser la mujer,
que del otro lado,
aún no ha derramado una lagrima por el bestial humano
y sigue besando sapos encantados.
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