miércoles

Visita al psiquiátrico.



®imagen: Kuni Takahashi.


Pienso que acabaré en un psiquiátrico contandole sobre las situaciones que acaban por hacer que odies a esa persona. 
Y él, sin conocer a la persona, dirá que me volví obsesionado y que por eso estoy allí; pero la verdad será que él me proporciona un desgaste físico y mental con todas las cosas que realiza. Acto seguido me recetará calmantes; esos comprimidos blancos que ayudan al buen dormir, a que uno se olvide de todo y piense solamente en las paredes; en el contraste de las sombras que entran por la ventana y se quedan atrapada en estas habitaciones tan blancas.
No; no, estoy loco. Estoy cuerdo; soy más razonable que un matemático al resolver el teorema del gen divino... estoy más razonable que los que ahora se encuentran leyendo esto ¿un cuerdo escribiría estas letras razonables?, pero permitan que les hable sobre la forma en como uno llega al psiquiatra

Uno habla y habla, uno hace lo que corresponde; soluciona los problemas que no le pertenecen, dialoga y escribe interminablemente: se cansa, se preocupa, se agota. El psiquiatra mira su reloj manual y piensa que la medicina no ha hecho efecto, en que deberá suministrar más dosis. Más calmantes, analgésicos para la migraña, leche para la despensa, ropa para el nuevo closet, más, más, más. Aumento del todo para acabar odiando su intransigencia, su cara de niño bueno; de yo no mato un bicho pero vos me caes mal. Y uno, el que lo soporta, se sale de quicio; hace cita con el psiquiatra más cercano o más lejano... uno empaca sus ideas de la cabeza y se va andando a la cita. Espera.

Espera en la sala de espera suponiendo que ha llegado bastante temprano, pasa y se sienta a platicar y platicar a cerca de como es que uno llego allí; no lo tira de un jalon para eso es necesario varias citas, varios gatos para ir desherbando. Y un día se da cuenta uno que el psiquiatra no escucha, y que receta lo mismo y se pierde a favor la siguiente cita, o en caso contrario le pedirán, amablemente, que se interne en uno de esos centros especialistas... si me resisto, me traerá enfundado en camisas blancas, nuevamente esos comprimidos blancos que lo calman a uno mientras se está aquí o allá. Uno se olvida de todo incluso de los días.

Un día uno se decide a escribir, a decirles a todos que no se está loco, que los locos no escriben como uno; que los locos se encuentran sin asistir al psiquiatra; sin querer uno obtiene un aumento en las pastillas. 


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