Desde hace dos semanas que espero con
ansias deseos a que se llegue el día de poder beber cianuro. Y como cada miércoles tomarme el día en una
continuidad de los parques hasta, que después de tanto pensarme (y desdoblarme), surjan entre mis dedos las letras a las cuales les daré forma en esta pócima.
Y no se puede... cada desdoblamiento no dicho, me cuesta algo más que un respiro.
Hoy les escribo desde los silencios, obligatorios de fuerzas extrañas y tan ajenas a mi ser.
Desde una ausencia que me es aún más desconocida, por que no la buscaba –y ni la deseo– como las anteriores, que me hace sentirme como un difuminado indefinido; y es precisamente esa palabra la que busco determinar.
Indefinido.
Muchas distancias; el mutismo que separa
¿Cuándo vendrás? Ahora ¿Cuándo? Pronto...
silencio, nada, absolutamente nada.
Y luego el torrente de palabras precipitandose como bisontes sobre la llanura
luego siento la pesadez del silencio. Ausencia.
Diálogos desde el silencio que se van llenando
de nuestras voces que se pierden en el eco de los ciegos pensamientos.
Hebras de hielo que se pierden en el silencio
y no me salvan...