miércoles

Desnudez II.

Quiero disculparme por haberles fallado el miércoles pasado.



Humm
conocerme? a mi?
A caso quieres que vomite y exponga mis entrañas?
No nos conoceremos hasta que este completamente
en el estado de desnudez, sin nada
que oculte ninguna de mis emociones
más privadas;
tal vez mañana.
...

Esta bien, vomitaré
lo que soy; trataré de explicarme
y después el vómito volverá a mi.

Por causas naturales nunca creí
en las princesas que esperaban
a ser recatadas por un hombre.

Colgué el cabello [2] y escapé por
la ventana, para ver el mundo
y sus demonios con mis propios ojos;
combatí con los que buscaban
poseer mi cuerpo.

He convivido con la muerte,
he predecido el futuro
por medio de sueños
y una noche hable con el lobo boca de zorro [3]
acerca de sus muertos seriales.

Soy la que escribe un tipo
diferente de letras para
purgar las perversiones personales
y lo que nunca fue.

Soy la que mira con mirada
de los no muertos en este mundo
infestados de zombies sin cerebro,
soy la de mirada de inocencia engañosa,
soy la reencarnación de la muerte,
la soledad, el erotismo y el misterio....

soy lo que nunca tendrás.




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[1] A petición de una mujer (_DecepticoN_) y la extrañeza de un hombre (deathlike-silence).
[2] "Rapunzel suelta tu cabellera para que suba por ella"... cuento infantil.
[3] Mi diablo personal.

De cronopios y famas

Por no decir: De putas y letras.
(Texto para ser leído por la voz de Cortázar)


Acaso ser puta sea algo así como la festividad del desconsuelo, 
éxtasis agazapado que no cesa de manar una lágrima seminal. 
(Rosa negra y vúlvica que florece en los páramos de la muerte, 
mariposa de la carne que anida y revolotea en los coágulos de la sangre). 

Más que fiesta, borrachera de los sentidos. 

Turbia, viscosa y acaso sombría borrachera.
 O más que borrachera, perenne resaca a secas.
 Ingreso, de tajo y al borde de alguna madrugada arenosa y afónica, 
a un mundo donde idéntico aroma posee el rocío y el reptil, 
el pétalo y la menstruación. 

Es como si de pronto, por razones impuestas, 

se te obligara a ver el mundo horizontalmente.
Horizontalidad crasa y cruda y además con un peso extra encima.
 Eso es el oficio. 
Te bañás, te arreglás, salís y, plaz, un bulto callejero que cae, 
hurga, te penetra y te obliga a alterar la ruta de los ojos en cualquier colchón mullido o mugroso. 
Arriba, abajo, a los lados, girando, inmóviles, entrecerrados, 
leyendo la Extra, hojeando Vanidades, en fin, según el ritmo, 
la dirección, la velocidad que disponga el instinto. 
Es decir, el instinto del precio, siempre el precio, claro está.

Pero he ahí que también llega la muerte 
deslizándose en el filo de un cuchillo delirante, 
en la ajada máscara de algún demente nocturno e impune. 


Porque he aquí que de pronto, 
por el sortilegio del cine, la industria en serie o la globalización, 
(inserte aquí el nombre del lugar), 
esa cagada de mosca casi invisible en la vitrina del mundo, 
aporta por estos días su cuota de animalidad universal, 
su racimo de odio al concierto mundial del crimen...